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independiente
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Como la mujer con la que Easton Hudson fue obligado a casarse, Ellis Harper fantaseaba con que él finalmente se daría cuenta de todo el esfuerzo que ella ponía en su matrimonio y que terminaría enamorándose de ella algún día durante los tres años que estuvieron casados. Sin embargo, cuando ella y la mujer de la que él estaba enamorado fueron secuestradas, él ignoró completamente el bienestar de Ellis y solo se preocupó por su enamorada. Eso destruyó su fantasía y ella perdió todo el amor que sentía por él. Esto hizo que Ellis se divorciara a toda costa. Estaba lista para dejar atrás el pasado y encontrar a alguien que la amara de verdad. Sin embargo, cuando eso sucedió, el hombre, que normalmente era frío, la inmovilizó con furia y le dijo con voz ronca: "¿Quién te dio el valor para casarte con otra persona, Ellis?" Eso la dejó confundida, ya que ella ya le había dado todo lo que él quería al salir de su vida. Incluso le permitió estar con su amante. Entonces, ¿por qué seguía disgustado? Además, él era el que nunca sintió nada por ella, pero aun así, no estaba dispuesto a dejarla ir. ¿Qué más podría querer entonces?
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El amor verdadero de mi prometido tenía una enfermedad terminal, y me hizo una petición: Que ella fuese quien se casase con él, ya de por si la boda estaba planeada, y que yo fuese en cambio la oficiante en su ceremonia. La vi usar el vestido de novia que confeccioné con mis propias manos, lucir las joyas que elegí con tanto cuidado, y caminar del brazo de mi prometido hacia el altar que debería haber sido mío. Por compasión a su condición terminal, me aguanté todo esto. Pero fue demasiado lejos cuando intentó quitarme el brazalete de jade blanco que heredé de mi madre fallecida. ¡Eso era el colmo y la gota que reboso el vaso de mi paciencia! En la subasta, mi ex prometido, protegiéndola, siguió aumentando las ofertas hasta llegar a 20 millones de dólares. Mi familia me había dejado sin recursos, así que solo pude ver con dolor cómo esta reliquia familiar caía en manos de esa pareja traicionera... De repente, una voz elegante y serena resonó: —30 millones. Todos quedaron atónitos. El misterioso y reservado heredero de la familia Montero, Lucas, sorprendió a todos diciendo: —El artículo es para la señorita Navarro. Recuperé el brazalete y le agradecí: —Señor Montero, le devolveré los 30 millones lo antes posible. Lucas Montero preguntó suavemente: —María, ¿no te acuerdas de mí?